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Seguir a Dios Fiel y Lealmente 1° parte

Debemos Seguir  a Dios Fielmente

La fidelidad implica ser consistente en una relación, persistir en la confianza y entrega a través de cualquier circunstancia.También se puede decir que la fidelidad es la capacidad de no engañar, no traicionar a los demás. Es un valor moral que faculta al ser humano para cumplir con los pactos y compromisos adquiridos. La fidelidad es entonces el cumplimiento de la palabra dada. 

La fidelidad es algo muy importante que debemos de tener muy en cuenta en nuestra relación con Dios, pues en el transcurrir de nuestra vida cristiana perdemos con facilidad la fidelidad hacia Dios.

Y es que nuestra fidelidad hacia Dios muchas veces la condicionamos a lo que El nos da Por que cuando vemos que tenemos poco y no vemos que Dios nos da bendiciones materiales nos quejamos y reclamamos y no le somos fieles, y si tenemos mucho nos olvidamos de él, queremos tener grandes cosas y si no las tenemos entonces ya no somos igual con Dios, muchas veces actuamos como niños caprichosos y no nos importa.

Entonces empezamos a descuidar la relación que antes teníamos con El. Ahora ya no tenemos tiempo para hablar con él o simplemente no queremos, ahora ya no tenemos tiempo para congregarnos o nos nace hacerlo, ahora no tenemos tiempo para leer su palabra es mas ni sentimos el deseo de hacerlo, nos volvemos indiferentes.

En un mundo como el nuestro, en que grandes sectores están abandonando a Dios ―y hasta renegando de Él descaradamente― vale recordar cuán importante es seguir a al Señor fielmente

Quiero mostrar  un ejemplo, un poco triste pero real y  precisamente de un hombre de color en los Estados Unidos, ... Pasó en una hacienda de Kentucky, en los tiempos de la esclavitud. El dueño, llamado Massa, tenía un criado de nombre Bob. Massa estaba orgulloso de Bob por la fidelidad que mostraba a su dueño y la piedad para con Dios. Un día llegan invitados a la hacienda, y en mala hora alabó Massa las grandes cualidades de Bob, el esclavo negro. Uno de los invitados, furibundo esclavista, lanza el guante al dueño:
- Massa, te echo una apuesta: ¿a que yo hago renegar de Cristo a ese tu esclavo? ¿Cuánto te juegas? Me basta media hora para conseguirlo.
Massa cede cobarde y no quiere ni desairar al huésped ni perder la apuesta. Llaman al esclavo negro, y le ordenan sin más:
- Negro, o reniegas de Cristo, o te matamos a palos.
El pobre criado tiembla, y pide suplicante a su amo: -Massa, no; Massa no obrar bien. Cristo muerto por Bob. Te suplico, Massa.
Primera lluvia de azotes sobre las espaldas del negro, que suplica con lágrimas: -No, Massa. No, basta.
Nueva invitación: -Negro, ¿cedes o no?...
Otra negativa, y una segunda descarga de azotes despiadados. Sale la sangre a borbotones. La víctima no respira casi. Apenas se le oye decir, ya en agonía: -Massa, Bob no poder; Jesucristo morir por mí, yo morir por él.

El huésped, furioso, pierde la apuesta, y el dueño se muere de vergüenza. Al morir por su fe, Bob, el negro esclavo de alma muy blanca, había dado una lección soberana a aquellos blancos, libres pero de alma muy negra.

Un caso como éste nos dice lo que es la fidelidad a Dios, llevada hasta el fin. Esa fidelidad, de la que hacemos gala todos, y que a veces puede exigir sacrificios muy grandes.

La fidelidad del hombre a Dios comienza por la fidelidad de Dios al hombre. Dios que nos conoce, se ha fiado de nosotros, nos ha confiado sus bienes, su gracia, sus promesas. Porque nos conoce, nos señala el puesto en que cada uno va a desarrollar mejor sus cualidades, en el que mejor se va a realizar dentro de la vida. Porque nos conoce, Dios nos da y espera.

¿Por qué el querido esclavo de la finca fue capaz de soportar semejante atrocidad, hasta llegar a la donación suprema? Pues, muy sencillo. Porque cada día era fiel a su dueño, y más que a su dueño de la finca, que se portó al final tan estúpidamente, a su Señor Jesucristo, el cual le daría —lo suponemos y lo sabemos— una recompensa inimaginablemente grande...

La fidelidad a Dios se manifiesta en la explotación intensa de lo que ha depositado en nuestras manos. Para Dios, la simple pereza, el miedo tonto, el no hacer nada, ya son un crimen, porque indican un desprecio a aquel Dios y a aquel Jesucristo que se desbordan en generosidad con nosotros.

Miremos otro Ejemplo en 1 Crónicas 11:16-19 "... David se encontraba en su fortaleza, y en ese tiempo había una guarnición filistea en Belén. Como David tenía mucha sed, exclamó: «¡Ojalá pudiera yo beber agua del pozo que está a la entrada de Belén!» Entonces los tres valientes se metieron en el campamento filisteo, sacaron agua del pozo de Belén, y se la llevaron a David. Pero David no quiso beberla, sino que derramó el agua en honor al Señor y declaró solemnemente: «¡Que Dios me libre de beberla! ¿Cómo podría yo beber la sangre de quienes han puesto su vida en peligro? ¡Se jugaron la vida para traer el agua!» Y no quiso beberla. Tales hazañas hicieron estos tres héroes..."

La historia de estos valientes que David tenía demostraba el respeto y fidelidad que su gente le tenía por ser considerado para todo el pueblo su rey. A pesar de no ser los más distinguidos, estos tres valientes, se jugaron su propia vida con tal de demostrar su fidelidad y devoción al rey. Esto me hizo hacerme una gran pregunta:

¿ Cuanto más deberíamos hacer nosotros hoy por Jesús sabiendo que vino a este mundo a pasar la peor de las aberraciones con tal de hacernos libres por Su sacrificio en la cruz ? y luego preguntarme: Verdaderamente ¿hasta dónde llega mi fidelidad hacia Dios?

Si buscáramos un verdadero ejemplo de fidelidad incorruptible a quien imitar, deberíamos nombrar a Jesús. El es el UNICO Digno de llevarse toda la Honra y de recibir nuestro reconocimiento en cada una de las cosas que emprendamos. Nosotros, como seres humanos, es muy difícil que lleguemos a ser lo suficientemente fieles a Dios, porque nuestros sentimientos y barreras que muchas veces nos ponemos, llegan a detener Su mover en nuestra vida, por eso nuestro desafío diario debe ser el de entregarnos por completo a Él para intentar, con la ayuda del Espíritu Santo, poder ser agradables en nuestro caminar conforme a Su perfecta voluntad.

La fidelidad que a Dios le agrada es la que sale del corazón, esa que rompe barreras, que no tiene límites, una fidelidad que a pesar de las dificultades sigue adelante creyendo que quien tiene el control de todo es Dios y El se encargara de cambiar todas las situaciones difíciles que nos puedan suceder para convertirlas en bien, esa fidelidad que reconoce que la vida sin la Presencia de Dios no llega a ser lo suficientemente alegre, importante y correcta como si lo es viviendo junto a Él.

Dios busca en nosotros esa fidelidad todos los días, está en nosotros llegar a poder intentarlo cada día hasta llegar a ser lo suficientemente fieles a Dios como a Él le agrada, podrás equivocarte muchas veces, aun fallar, lo importante es que día a día lo sigas intentando hasta que llegue el momento que Su Espíritu Santo te diga: "...Estas alcanzando la fidelidad que a Dios le agrada..."

En la Parábola del mayordomo infiel en los versículos 10 y 11, la lección  que vemos es  la manera en que uno realiza una tarea pequeña es la mejor demostración de si está capacitado o no para encargarse de algo mayor. Así es en las cosas de este mundo: nadie ascenderá hasta que haya dado pruebas de su honradez y capacidad de trabajo en su nivel anterior. Pero Jesús aplica este principio a la eternidad cuando dice: «En la Tierra te tienes que hacer cargo de cosas que no son realmente tuyas, porque no te las puedes llevar contigo cuando salgas de este mundo. Sólo las tienes prestadas, y no eres más que un administrador; no pueden llegar a ser tuyas permanentemente. Por otra parte, en el Cielo recibirás lo que será tuyo realmente y para siempre. Y lo que recibas en el Cielo dependerá de cómo hayas usado las cosas de la Tierra (lo fiel que hayamos sido). Lo que se te dé como tuyo propio dependerá de cómo hayas usado las cosas cuando no eras más que administrador de bienes ajenos.»


En el versículo 13, la lección es que un esclavo no puede servir a dos amos distintos, porque un esclavo no tiene más que un amo. Ahora un trabajador puede tener varios trabajos y estar al servicio de varias empresas al mismo tiempo; pero eso era absolutamente imposible para un esclavo, porque todo su tiempo y todas sus energías pertenecían a un solo amo. Así sucede con el servicio de Dios: no puede ser algo a tiempo parcial o fuera de horas. Cuando aceptamos servir a Dios, todos los momentos de nuestro tiempo y todas las energías de nuestro ser le pertenecen a Él. O somos suyos por entero, o no lo somos.