Debemos Seguir a Dios Fielmente
La
fidelidad implica ser consistente en una relación, persistir en la confianza y
entrega a través de cualquier circunstancia.También se puede
decir que la fidelidad es la capacidad de no engañar, no traicionar a los
demás. Es un valor moral que faculta al ser humano para cumplir con los pactos
y compromisos adquiridos. La fidelidad es entonces el cumplimiento de la
palabra dada.
La fidelidad es
algo muy importante que debemos de tener muy en cuenta en nuestra relación con
Dios, pues en el transcurrir de nuestra vida cristiana perdemos con facilidad
la fidelidad hacia Dios.
Y es que nuestra
fidelidad hacia Dios muchas veces la condicionamos a lo que El nos da Por que
cuando vemos que tenemos poco y no vemos que Dios nos da bendiciones materiales
nos quejamos y reclamamos y no le somos fieles, y si tenemos mucho nos
olvidamos de él, queremos tener grandes cosas y si no las tenemos entonces ya
no somos igual con Dios, muchas veces actuamos como niños caprichosos y no nos
importa.
Entonces empezamos
a descuidar la relación que antes teníamos con El. Ahora ya no tenemos tiempo
para hablar con él o simplemente no queremos, ahora ya no tenemos tiempo para
congregarnos o nos nace hacerlo, ahora no tenemos tiempo para leer su palabra
es mas ni sentimos el deseo de hacerlo, nos volvemos indiferentes.
En un mundo como el nuestro, en que grandes
sectores están abandonando a Dios ―y hasta renegando de Él descaradamente― vale
recordar cuán importante es seguir a al Señor fielmente
Quiero mostrar un ejemplo, un poco triste pero real y precisamente de un hombre de color en los
Estados Unidos, ... Pasó en una hacienda de Kentucky, en los tiempos de la
esclavitud. El dueño, llamado Massa, tenía un criado de nombre Bob. Massa
estaba orgulloso de Bob por la fidelidad que mostraba a su dueño y la piedad
para con Dios. Un día llegan invitados a la hacienda, y en mala hora alabó
Massa las grandes cualidades de Bob, el esclavo negro. Uno de los invitados,
furibundo esclavista, lanza el guante al dueño:
- Massa, te echo una apuesta: ¿a que yo hago
renegar de Cristo a ese tu esclavo? ¿Cuánto te juegas? Me basta media hora para
conseguirlo.
Massa cede cobarde y no quiere ni desairar al
huésped ni perder la apuesta. Llaman al esclavo negro, y le ordenan sin más:
- Negro, o reniegas de Cristo, o te matamos a
palos.
El pobre criado tiembla, y pide suplicante a
su amo: -Massa, no; Massa no obrar bien. Cristo muerto por Bob. Te suplico,
Massa.
Primera lluvia de azotes sobre las espaldas
del negro, que suplica con lágrimas: -No, Massa. No, basta.
Nueva invitación: -Negro, ¿cedes o no?...
Otra negativa, y una segunda descarga de
azotes despiadados. Sale la sangre a borbotones. La víctima no respira casi.
Apenas se le oye decir, ya en agonía: -Massa, Bob no poder; Jesucristo morir
por mí, yo morir por él.
El huésped, furioso, pierde la apuesta, y el
dueño se muere de vergüenza. Al morir por su fe, Bob, el negro esclavo de alma
muy blanca, había dado una lección soberana a aquellos blancos, libres pero de
alma muy negra.
Un caso como éste nos dice lo que es la fidelidad a Dios, llevada hasta el fin. Esa fidelidad, de la que hacemos gala todos, y que a veces puede exigir sacrificios muy grandes.
La fidelidad del hombre a Dios comienza por
la fidelidad de Dios al hombre. Dios que nos conoce, se ha fiado de nosotros,
nos ha confiado sus bienes, su gracia, sus promesas. Porque nos conoce, nos
señala el puesto en que cada uno va a desarrollar mejor sus cualidades, en el
que mejor se va a realizar dentro de la vida. Porque nos conoce, Dios nos da y
espera.
¿Por qué el querido esclavo de la finca fue
capaz de soportar semejante atrocidad, hasta llegar a la donación suprema?
Pues, muy sencillo. Porque cada día era fiel a su dueño, y más que a su dueño
de la finca, que se portó al final tan estúpidamente, a su Señor Jesucristo, el
cual le daría —lo suponemos y lo sabemos— una recompensa inimaginablemente
grande...
La fidelidad a Dios se manifiesta en la
explotación intensa de lo que ha depositado en nuestras manos. Para Dios, la
simple pereza, el miedo tonto, el no hacer nada, ya son un crimen, porque
indican un desprecio a aquel Dios y a aquel Jesucristo que se desbordan en
generosidad con nosotros.
Miremos otro Ejemplo en 1 Crónicas 11:16-19 "... David se encontraba
en su fortaleza, y en ese tiempo había una guarnición filistea en Belén. Como
David tenía mucha sed, exclamó: «¡Ojalá pudiera yo beber agua del pozo que está
a la entrada de Belén!» Entonces los tres valientes se metieron en el
campamento filisteo, sacaron agua del pozo de Belén, y se la llevaron a David.
Pero David no quiso beberla, sino que derramó el agua en honor al Señor y
declaró solemnemente: «¡Que Dios me libre de beberla! ¿Cómo podría yo beber la
sangre de quienes han puesto su vida en peligro? ¡Se jugaron la vida para traer
el agua!» Y no quiso beberla. Tales hazañas hicieron estos tres héroes..."
La
historia de estos valientes que David tenía demostraba el respeto y fidelidad
que su gente le tenía por ser considerado para todo el pueblo su rey. A pesar
de no ser los más distinguidos, estos tres valientes, se jugaron su propia vida
con tal de demostrar su fidelidad y devoción al rey. Esto me hizo hacerme una
gran pregunta:
¿ Cuanto
más deberíamos hacer nosotros hoy por Jesús sabiendo que vino a este mundo a
pasar la peor de las aberraciones con tal de hacernos libres por Su sacrificio
en la cruz ? y luego preguntarme: Verdaderamente ¿hasta dónde llega mi
fidelidad hacia Dios?
Si buscáramos un verdadero ejemplo de fidelidad incorruptible a quien imitar, deberíamos nombrar a Jesús. El es el UNICO Digno de llevarse toda la Honra y de recibir nuestro reconocimiento en cada una de las cosas que emprendamos. Nosotros, como seres humanos, es muy difícil que lleguemos a ser lo suficientemente fieles a Dios, porque nuestros sentimientos y barreras que muchas veces nos ponemos, llegan a detener Su mover en nuestra vida, por eso nuestro desafío diario debe ser el de entregarnos por completo a Él para intentar, con la ayuda del Espíritu Santo, poder ser agradables en nuestro caminar conforme a Su perfecta voluntad.
La
fidelidad que a Dios le agrada es la que sale del corazón, esa que rompe
barreras, que no tiene límites, una fidelidad que a pesar de las dificultades
sigue adelante creyendo que quien tiene el control de todo es Dios y El se
encargara de cambiar todas las situaciones difíciles que nos puedan suceder
para convertirlas en bien, esa fidelidad que reconoce que la vida sin la
Presencia de Dios no llega a ser lo suficientemente alegre, importante y
correcta como si lo es viviendo junto a Él.
Dios
busca en nosotros esa fidelidad todos los días, está en nosotros llegar a poder
intentarlo cada día hasta llegar a ser lo suficientemente fieles a Dios como a Él
le agrada, podrás equivocarte muchas veces, aun fallar, lo importante es que
día a día lo sigas intentando hasta que llegue el momento que Su Espíritu Santo
te diga: "...Estas alcanzando la fidelidad que a Dios le agrada..."
En la Parábola del
mayordomo infiel en los versículos 10 y 11, la lección que vemos es la manera en que uno realiza una tarea pequeña
es la mejor demostración de si está capacitado o no para encargarse de algo
mayor. Así es en las cosas de este mundo: nadie ascenderá hasta que haya dado
pruebas de su honradez y capacidad de trabajo en su nivel anterior. Pero Jesús
aplica este principio a la eternidad cuando dice: «En la Tierra te tienes que
hacer cargo de cosas que no son realmente tuyas, porque no te las puedes llevar
contigo cuando salgas de este mundo. Sólo las tienes prestadas, y no eres más
que un administrador; no pueden llegar a ser tuyas permanentemente. Por otra
parte, en el Cielo recibirás lo que será tuyo realmente y para siempre. Y lo
que recibas en el Cielo dependerá de cómo hayas usado las cosas de la Tierra
(lo fiel que hayamos sido). Lo que se te dé como tuyo propio dependerá de cómo
hayas usado las cosas cuando no eras más que administrador de bienes ajenos.»
En
el versículo 13, la lección es que un esclavo no puede servir a dos amos
distintos, porque un esclavo no tiene más que un amo. Ahora un trabajador puede
tener varios trabajos y estar al servicio de varias empresas al mismo tiempo;
pero eso era absolutamente imposible para un esclavo, porque todo su tiempo y
todas sus energías pertenecían a un solo amo. Así sucede con el servicio de
Dios: no puede ser algo a tiempo parcial o fuera de horas. Cuando aceptamos
servir a Dios, todos los momentos de nuestro tiempo y todas las energías de
nuestro ser le pertenecen a Él. O somos suyos por entero, o no lo somos.