Que
debemos orar por nuestro matrimonio es algo que sabemos más que de sobra. Y,
sin embargo, siempre terminamos fallando. Hay temporadas en las que oramos fervientemente
por nuestro cónyuge y también hay otras en las que lo vamos dejando para otro
momento, el día pasa, la semana pasa y, sin darnos cuenta, hemos bajado los
brazos en nuestra lucha en oración por él o ella.
Las
ocupaciones, los problemas y el día a día han hecho que nuestras oraciones sean
más breves, más genéricas y más débiles... “Señor bendice a mi esposa (o)”,
“Señor cuida a mi esposo(a)”... y ya.
Salmos 19:14 “Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, Oh Jehová, roca mía, y redentor mío.”
Salmos 19:14 “Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, Oh Jehová, roca mía, y redentor mío.”
Una
vida piadosa verdadera no era solamente cuestión de lo que se hace, sino
también de lo que se dice y de lo que se piensa en el corazón.
Que
hay en nuestro corazón, en lo que sale de nuestra boca. A veces somos rápidos
para criticar las actitudes y las palabras de nuestro cónyuge pero nos
olvidamos de las nuestras.
Al
final, a las únicas personas que podemos cambiar es a nosotros mismos y sólo
podremos hacerlo con Dios, quien es nuestra fuerza, nuestra roca y nuestro
redentor.
Si
buscamos a Dios de corazón, exponiéndole sinceramente nuestros fallos, Él nos
ayudará a hacer los cambios necesarios en nuestra propia vida.
Efesios 4:15 “sino que siguiendo la verdad en amor,crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo”
Todos como creyentes debemos desear crecer. ¿Y qué hay más hermoso
que crecer no solo en lo personal e individual sino también como matrimonio?
Una de las maneras en las que podemos crecer es a través de la
honestidad, diciéndonos siempre la verdad el uno al otro por muy dura o difícil
que sea. Somos exhortados también a seguir la verdad “en amor”. ¡Cómo cambian
las cosas dependiendo de la forma en la que las digamos!
Como pareja, es imprescindible que podamos mantener los canales de
comunicación abiertos y que creemos la confianza suficiente como para poder
hablar de cualquier cosa que suceda, de cualquier problema o situación que nos
preocupe.
La idea de este versículo aplicado al
matrimonio es que ambos podamos crecer en Jesús, no de manera independiente,
sino en la cabeza. Un matrimonio unido en Cristo se asegura de que este sea el
centro de la relación y se esfuerza en que así sea.
2 Corintios 12:9 ”Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi
poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más
bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.”
Tengamos siempre en cuenta
aquello en lo que fallamos, porque es entonces cuando Dios podrá obrar en
nosotros y en nuestra relación de pareja.
Gloriarnos
en las debilidades no es algo que las personas podamos hacer de manera natural.
Y, sin darnos cuenta, muchas veces queremos ocultar nuestros fallos, errores y
puntos débiles. Pero no nos damos cuenta de que, a la larga, eso solo crea
confusión y malestar.
Somos
verdaderamente fuertes cuando reconocemos nuestra debilidad y reconocemos
también que Dios es el único que puede hacer algo a través de ella. Y nuestro
matrimonio es verdaderamente fuerte cuando, en la pareja, analizamos en qué
aspectos estamos fallando y en cuáles debemos mejorar y pedimos a Dios que nos
ayude y que obre de la manera maravillosa que sólo Él sabe hacerlo.
Dios
nos dice que, ante nuestras debilidades, Su gracia es suficiente, Su amor en
acción es suficiente. Y esa gracia nos es concedida en cada momento que lo
necesitamos: antes, ahora y siempre.
1 Pedro 5:8 “Sed
sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda
alrededor buscando a quien devorar;”
¡Ah
ese león rugiente! ¡Qué ganas nos tiene a todos! Este versículo nos dice, sin
tapujos, que Satanás quiere atraparnos, masticarnos y dejar los despojos para
los buitres...que es lo que hacen los leones con sus presas.
Satanás
tiene sus días contados (Apocalipsis 20.1-2) pero, hasta que su momento llegue,
su misión es destrozar todo lo que encuentre a su paso. Y un matrimonio
cristiano que ama a Dios y quiere honrarle y servirle es su objetivo número 1.
Esto ya es algo que hacía Julio César en sus guerras de conquista para el
Imperio Romano: “divide y vencerás”. Satanás sabe que si destruye los
matrimonios, destruye las familias y destruye la iglesia.
La
exhortación aquí es clara: sed sobrios y velad. Resistid. Aguantad. Uníos el
uno al otro en oración para que el enemigo huya. Apoyaos el uno en el otro para
que el rugido no os paralice y os convirtáis en presas fáciles. Orad juntos y
el uno por el otro para resistir el día malo.
Cada
creyente debe esforzarse en luchar de manera personal contra el enemigo. Y,
como pareja, esforzarnos en mantener al león rugiendo lejos de nuestro
matrimonio. Orar juntos y el uno por el otro, estudiar la Palabra juntos y de
forma individual, animarse en el servicio a Dios y en congregarse, son los
pilares para que el enemigo no pueda acercarse a nosotros.
Proverbios 5:19-20 “Como cierva amada y
graciosa gacela. Sus caricias te satisfagan en todo tiempo, Y en su amor
recréate siempre. ¿Y por qué, hijo mío, andarás ciego con la mujer ajena, Y
abrazarás el seno de la extraña?”
Para el buen funcionamiento de nuestra
relación matrimonial es necesario tener una vida sexual sana y placentera para
ambos. Es maravilloso ver cómo la Escritura es explícita en muchos casos en
cuanto a la relación física entre un hombre y una mujer dentro del matrimonio,
¿no crees?
“Sus caricias te satisfagan en todo tiempo
y en su amor recréate siempre”. Que esa frase esté en la Biblia nos habla
de que también esta es una parte importante de nuestro matrimonio que debemos
cuidar y valorar. Pero está en la Escritura! Dios lo dejó ahí para que sepamos
y entendamos cómo satisfacernos el uno al otro, cómo amarnos el uno al otro en
el plano físico también.
No dejemos a un lado esta
parte tan importante del matrimonio. Desde el momento en el que nos casamos
somos una sola carne (Génesis 2:24), aspiramos a una unidad plena de mente,
cuerpo y espíritu. Disfrutemos de nuestra pareja, de la intimidad. Disfrutemos
el uno del otro y oremos para que el Señor mantenga lejos de nuestro matrimonio
la tentación de estar con otras personas.
Salmo 119:97 “¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación.”
Cuando la Biblia está en el centro de nuestro matrimonio y de nuestra familia, tendremos la herramienta principal que necesitamos para guiar nuestras vidas por el camino agradable al Señor.
Salmo 119:97 “¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación.”
Un matrimonio que desea honrar a Dios debe
conocer lo que Él espera de cada uno. Y eso solo podemos hacerlo a través de
leer, estudiar y meditar Su Palabra. A veces oramos y decimos “Señor,
¡háblame!” Y como que esperamos que se abran los cielos y Dios nos hable con
voz de trueno...y nos olvidamos de que Dios ya habló, de que Él nos dejó Su
Palabra para que sepamos cómo vivir de manera que a Él le agrade,
Para amar la ley de Dios necesitamos:
- Darle nuestro tiempo
- Darle nuestra atención y cuidado
- Tener un oído atento
- Obedecerla
- Confiar en ella
El salmista amaba la ley de Dios y por eso
meditaba en ella todo el día. ¿Cuánto tiempo utilizamos cada día en meditar en
la ley de Dios? ¿Cuánto de nuestro matrimonio está dedicado a pasar tiempo juntos
en la Palabra de Dios?
Cuando la Biblia está en el centro de nuestro matrimonio y de nuestra familia, tendremos la herramienta principal que necesitamos para guiar nuestras vidas por el camino agradable al Señor.